L. Alzola
140 caracteres. “Twitter es un territorio interactivo, un espacio humano de códigos compartidos”. Cuando incluso
Arturo Pérez- Reverte comienza a hablar el lenguaje Twitter, parece que hasta congresos como el de
iRedes llegan tarde. Cuenta
Juan Luis Arsuaga que hace ya 300.000 años los homínidos de Atapuerca se acurrucaban entre ellos creando redes sociales. Los
Heidelbergensis que excava el prestigioso antropólogo en las cuevas de la sierra, sobrevivían en un entorno hostil. Ese mismo territorio enemigo es, para Reverte, el que contribuye a la cohesión del grupo en los seres humanos y a la formación de las redes sociales.
Hemos cambiado muchísimo desde los tiempos de
Miguelón. O eso dice Arsuaga. Ni para bien ni para mal, eso sí. Pero “seguimos siendo unos primates sociales, y muy sociales”. Tanto, que la misma cultura es, para el antropólogo, una amplificación de esa necesidad biológica de vivir en un medio social. “Un ser humano aislado, no es un ser humano”. “La mayoría de los problemas que procesa nuestro cerebro son sociales y esto ampliado tecnológicamente conduce a la formación de grupos compuestos por personas que no se conocen cara a cara”. “Un prehistórico, si hubiera podido, lo habría hecho (usar las redes online). Está en nuestra naturaleza” asegura convencido.
El a dónde vamos también es interesante para Juan Luis Arsuaga. “No creo que evolucionemos más físicamente, no necesitamos alas para volar o branquias para respirar bajo el agua, ya lo hacemos con la tecnología”. Del futuro, al antropólogo le preocupa sobre todo que la aspiración humana de vivir eternamente no esté acompañada de una buena calidad de vida al final de nuestros días. “Es ese el reto de nuestro tiempo”.
Hasta aquí la mirada biológica. Pérez-Reverte, desde “lo social”, tiene miedo a un futuro que califica como “interesante y peligroso”. La inmediatez que se está apoderando de nuestro día a día puede estar dejándonos sin tiempo para la reflexión, sin tiempo para asimilar el contexto en el que se mueve nuestro yo. Como explicaba el escritor, en las redes se producen reacciones fulminantes que a veces provocan cambios históricos, pero que no dejan lugar a una fermentación de ideas que permita un progreso sólido hacia la democracia. Para el autor de “La reina del sur”, si no hay procesos intelectuales que acompañan a esa inmediatez se pueden producir peligrosas disfunciones. “Todo avance científico tiene su accidente, todo Titanic tiene su iceberg”. El ex-reportero dejó el Periodismo porque no se veía en ese mundo de la inmediatez: “yo era un cazador”, “yo era un hijo de puta profesional”, “la conexión en directo ha matado al reportero”, “ lo que venía no era lo mío”.
Respecto a las teorías sobre el futuro, Reverte y Arsuaga mostraban preocupaciones algo diferentes. El escritor teme que la redes conviertan todo en un Gran Hermano mundial o que el poder de éstas sea manipulado para hacerse con el control de personas que, paradógicamente, creen ser más libres que nunca. El antropólogo apuntaba sin embargo hacia otro lado. “De las teorías de profecía que se escribieron en la IIGM la que se ha cumplido no es la de GH, sino la del Mundo Feliz”, “el botellón es literalmente el mundo feliz de Huxley”. Se sorprendía Arsuaga de la obligación de estar sonriendo siempre para una foto: “Ramón y Cajal no sale tronchándose”, “parece que no estar todo el tiempo sonriendo es un poco antisocial, subversivo”.
No es que se ría de ellas, pero a Arturo Pérez Reverte las faltas de ortografía en Twitter no le quitan el sueño: “es un medio rápido, no se puede pedir que se sea correctísimo en 140 caracteres”. Lo que sí molesta al escritor es la descontextualización: “a Álex de la Iglesia le obligaron a dimitir por un comentario en Twitter sacado de contexto y elevado a la categoría de titular de periódico”. Y no solo a Álex. Él mismo también lo sufrió con el asunto de Moratinos. Quizá por eso, con la pregunta “¿te animas con un iPhone?", Reverte lo tiene claro: “No, así estoy bien”